La de Francisco Pino (Valladolid, 1910), a sus más de noventa años, sigue siendo una voz poética muy arriesgada, cuidadosa y moderna, quizás la más moderna de nuestras letras. Su investigación, constante, en el campo de la expresión poética, le ha llevado en los últimos años a soluciones (sin embargo estrictamente discursivas) como las que pudimos disfrutar leyendo su excepcional Pasaje de la muerte niña (Ave del Paraíso, Madrid, 1999), o esta otra, no menos deliciosa, que supone El pájaro enjaulado.
El libro es un solo poema dividido en fragmentos mínimos, casi sintéticos («Breve bebe el pájaro»), en cada uno de los cuales la experiencia total de la lectura encuentra un aspecto distinto, entra más adentro en la espesura de un canto aparentemente simple (de una dificultad oculta con maestría, podría haber dicho) tras el que se adivina el sentimiento del poeta como único hombre libre en cuanto, inevitablemente, vivirá siempre preso de un canto («El pájaro enjaulado es un león») cuyas palabras comunican, más allá de su puro valor signo, una lectura del mundo que es la única razón de ser, el único motivo de la poesía.
Así, Pino deja claro, una vez más, que aún podemos aprender mucho de su espíritu, de la pertinaz rebeldía, y hasta del agudísimo optimismo de las vanguardias; pero pone sus habilidades al servicio de un discurso musicalmente exprimido de los clásicos.
Seguramente va llegando el momento de que a esos seis volúmenes reunidos en su día (1990) por Francisco Piedra, se sumen los necesarios para dar cuenta de la obra que el poeta ha producido en los años siguientes, desde Y por qué (Hiperión, Madrid, 1992), hasta ésta que nos ocupa.
Otro libro, en suma, fascinante y hermoso («simples palabras sueltas, allegadas y ordenadas artísticamente, según los movimientos emotivos del poeta», ahí es nada) donde Pino ha sabido poner en juego, una vez más, la gigantesca piedad que caracteriza su visión del mundo, la maestría que adquirió desde muy pronto, pero que en los últimos años ha ido encontrando formulaciones cada vez más económicas y precisas, y un sentido de las palabras que acerca este poema de El pájaro enjaulado a una voluntad musical cuya pertinencia es consecuencia de un sentido de la totalidad que pocos, muy pocos libros de poemas, son capaces de alcanzar.
Nota: Francisco Pino falleció en el año 2002