Hasta finales de la década de los 80′, en el pasado siglo, nada o casi nada supimos en España de la novelista austriaca Ingeborg Bachmman (Klangenfurt, 1926 – Roma, 1973). Salvo el volumen de relatos A los treinta años, publicado por Seix Barral en 1963, el resto de su obra fue apareciendo en nuestro país después de la muerte de la autora. Hasta el 86 no apareció su novela Malina (en Alfaguara), escrita en 1971, y un poco después Edhasa ofrecía nueva edición de A los treinta años. Nos llegaba, como tantas cosas, con retraso, una obra que nada tenía de comparable, pero tampoco que envidiar, potencialmente al menos, a la de los mejores autores de su generación (Siegfried Lenz o Martin Walser), como no fuera, dada la prematura muerte de Bachmman, su extensión.
Integrante del Grupo 47, y muy cercana a la obra de filósofos como Kraus (de quien salía por la misma época de edición de este ensayo, en castellano, la biografía de Edward Timms y una selección de sus Escritos en la revista Die Fackel), Heidegger o Wittgenstein (o, como dice José María Valverde en su inteligentísimo prólogo “víctima de la enfermedad del lenguaje”) Bachmman se preocupa especialmente por los problemas de la literatura moderna (si bien con la desconfianza hacia las ideologías con bandera que caracteriza a una buena parte de literatura alemana de posguerra). El libro que ha publicado Tecnos, en excelente traducción de José María Valverde, reúne los textos de un ciclo de conferencias dictadas por Bachmman entre 1959 y 1960 en la Universidad J.W.Goethe, en Francfort del Main.
Tras analizar, con agudeza y sin complejo alguno, la cuestión de qué son o no son problemas en la literatura contemporánea, la autora aborda varias cuestiones de innegable importancia: la poesía, el yo que escribe, el trato con nombres y la literatura como utopía.
Es evidente que no era su intención decir la última palabra en ninguno de estos temas, como es cierto que, sobre algunas de estas cuestiones, otros han pensado más y mejor, pero estos ensayos sorprenden por su agudeza, por su seguridad a la hora de limitar los objetos de un pensamiento literario no sistematizado, pero capaz de sugerir en el lector un número más que suficiente de reflexiones e ideas que, de otro modo, tal vez no se habría planteado.
Si hubiera que elegir uno, el que trata de los diversos usos del “Yo” en la literatura moderna es, sin duda, de una brillantez nada común. Y otro tanto ocurre con sus reflexiones sobre poesía, donde el conflicto con el lenguaje y la necesidad de que comprenda (la poesía) que todos sus privilegios radican, en última instancia, en la moral, en la pretensión de alcanzar, a ultranza, “nuevas medidas de la verdad y la mentira”, no impiden a la autora “enjuiciar con asombro” cuanto de construcción o composición deslumbradora puede advertirse en tal o cual poema. Bachmman, además, piensa desde la escritora que es, no como un ensayista, y se mueve en el terreno de las opiniones cimentadas en la experiencia literaria y no en el de las conclusiones apoyadas en la aplicación de catalogaciones o métodos críticos concretos, ofreciendo al lector una lectura abierta, sugerente y entretenida.