Ha venido un hombre diplócido y arrogante a reparar un atasco en un desagüe que ya había tenido que reparar anteriormente porque una anterior (también suya) reparación se hizo de mala manera y se ha enfadado muchísimo conmigo porque le he dicho que quería la factura detallada y con IVA y que no pensaba volver a llamarle. Que no tengo ni idea, me ha dicho, que si quería IVA me tenía que cobrar más de lo presupuestado.
Una de las ventajas de ser un alfeñique es que los diplócidos no esperan que pelees con ellos (eso es lo que espera uno ahorrarse y no el IVA) así que si desvías la mirada y te callas lo interpretan como una victoria. Por supuesto no voy a pagarle hasta que no me traiga una factura legal (es decir, por la cantidad presupuestada) y no voy a llamarle cuando el desagüe se atasque de nuevo (que lo hará). Lo que es una lotería es que el próximo profesional al que recurra resulte serlo en todos los aspectos. Lo esperable es que no sea así. Nos engañamos mucho en este país sobre nosotros mismos.
Es evidente por qué ERC propone limitar la «malversación» al lucro y al uso particular de patrimonio público; que Unidas Podemos muestre «buena predisposición» a la enmienda es una traición a sus propios principios. Lo del PSOE con el delito de «enriquecimiento ilícito» son paños calientes.