Dice Pangur que aceptando ser embajador del Cervantes, Mario Vargas Llosa no sólo competiría con el ministro de exteriores (en cierto modo) y con el de cultura (en cierto modo) y con el presidente de la Real Academia (en cierto modo), lo cual no quiere ni discutir ni juzgar, sino que le haría un gran favor al rey en tiempos difíciles para la Casa de Su Majestad.
— Si no acepta, podemos sumar su negativa al caso Urdangarin en la sucesión de pequeños contratiempos que nos llevarán al desprestigio.
— ¿A quién?
— A los monárquicos. ¿A quién iba a ser?
No recuerda servidor haberles adelantado nunca a ustedes nada sobre el convencimiento cortesano de su gato. Ya lo saben. Según parece se trata, antes que de una ideología, de una característica hereditaria propia de los felinos.
— No tanto, no tanto. ¡Mi abuelo era anarquista!
— Tú no tienes ni idea de quién fue tu abuelo, Pangur.
— Ni tú de lo que sabe un gato.
Tiene razón en eso, y a servidor le hace pensar si el ministro de exteriores no estaría marcando diferencias con respecto a Vargas Llosa cuando le dijo lo de «Gibraltar español» al eurodiputado británico, dándole de paso una meta más alta a nuestro presidente que, ya que no podrá hacerse con el prestigio derivado del fin de ETA (que corresponderá siempre a Zapatero), podría caer en la tentación de hacerse con la gloria asociada a la restitución del Peñón. Ahí es nada. Si servidor fuera ministro de cultura y se encontrase con Vargas Llosa le diría también «Gibraltar español».
Servidor acaba de sufrir un mareo al recordar, de repente, aquellas pintadas en las tapias del Madrid de sus primeros pasos en la lectura. Las más antiguas llevaban allí desde un par de años antes de que un servidor viniese al mundo, inaugurando su iconología inconsciente, y no quiere adivinar cómo le sentaría volver a encontrarse la consigna de marras escrita en las paredes.
— Recuperar el Peñón es gloria que debería corresponder al Rey, protesta Pangur.
— Tal y como va la cosa, ya será al príncipe.
— No, no… O sí, sí, pero cuando sea rey. Eso le daría la reputación que necesita.
«Reputación» es una palabra que se va a oír mucho, pero mucho, mucho en los próximos meses (en parte gracias a Javier Marías) y en ese aspecto Vargas Llosa es un hombre muy fuerte, más que García-Margallo y Wert juntos, y con mejor prosapia en varios idiomas.
— Prosodia.
— Eso he dicho.
Finalmente, Vargas Llosa (con buen criterio, tanto si la invitación a disparar por medio mundo con pólvora del rey le venía pequeña como si le venía grande) ha declinado representar, que no dirigir, la estrategia panhispánica que el Cervantes administra y presumiblemente ejecuta lo mejor que se puede con más escritores que gestores en plantilla. En 1996, siendo las circunstancias muy otras, fue José María Aznar quien le ofreció el puesto, entonces sí de director de la institución, y la respuesta fue la misma; aunque el arequipeño, cortés, también se dejó querer.
Servidor va a esperar todavía un rato antes de decírselo a Pangur. Se va a llevar un disgusto, y ahora que acaba de desayunar por segunda vez no le conviene.