Harto le tenéis a un servidor

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Año nuevo chino. ¡Qué mundo este! No somos capaces ni siquiera de ponernos de acuerdo en la fecha del año nuevo, pero estamos convencidos de que el tabaco mata más que las guerras y la contaminación juntas. La guerra puede ser buena, la contaminación puede ser buena, el año nuevo es bueno caiga en la fecha que caiga; pero el tabaco no, el tabaco nunca. Claro que si fuésemos funcionarios de la provincia de Gong’an llevaríamos fumando 250 paquetes de tabaco (producido localmente) al año desde 2009 por sugerencia gubernamental, celebraríamos el fin de año en la fecha correcta y no tendríamos ni idea de lo que es un chino.

— ¿Qué hora es?
— ¿Dónde?
— Aquí. ¿Dónde va a ser?
— Las nueve.
— Es que no me quiero perder La noria.

A la sombra de un dispendio económico que, según un acuerdo generalizado pero nada tranquilizador, no volverá a repetirse, nació una industria de la frivolidad que se resiste a admitir la difícil situación en la que se encuentra. No sólo La noria y otras lindezas televisivas, también esas secciones de prensa que hablan de cómo ahorrar en París, o del nuevo color de uñas democrático, están de más.

— Vivíamos por encima de nuestras posibilidades…
— Será usted, imbécil; servidor vivió con lo que había, como todo el mundo.

Lo que ocurre es que algunos vivían por encima de las posibilidades de los demás, o del banco, según parece. Y por eso no todos, sino sólo quienes se creyeron esa industria de la frivolidad que a pesar de los pesares se empeña en no morir, deben sentirse culpables con alguna razón. Nunca nada lo suficientemente estúpido muere a su hora porque los pecados escriben la historia mientras el bien revalida su voto de silencio, y porque las ideas absurdas van acompañadas invariablemente de una cantidad de dinero suficiente para prorrogar la manutención y decoro de sus esbirros (los hijos tontos de los que pagan, y sus novias o novios) hasta más allá de lo indigno. Manolito Reyes, alias Pozí, ha muerto desde dentro porque era una metáfora disfrazada de osito despeluchado, una condensación de la sociedad manipulada por los medios, no un frívolo, y porque, de resultas, no le quería nadie.

Esta sociedad empieza a parecer también un osito de peluche asfixiado por su propio relleno, desde el interior. Y todo le hace asentir y darse golpes de pecho. La industria musical mundial, por ejemplo, que es una porquería de dimensiones cuando menos extravagantes, dice que España es un mercado moribundo, y nosotros tragamos. ¡Un mercado moribundo tú padre! Hay que tener cuajo. Además de ser unos tontivanos abusadores que hace décadas que no venden más que lencería sudada, son ustedes los únicos culpables de la tufancina del mercado, señores de la industria discográfica mundial que llevan años vendiendo discos pútridos que huelen a lycra y a pachuli y a cosas que un servidor no nombrará. Se quejan porque no colocan como esperaban su porquería de productos total y absolutamente perecederos a treinta euros la pieza por culpa de que la copia pirata, que cuesta seis euros, está impresa en un CD de mejor calidad que durará más que el suyo y de cuyo precio en comercio ya se embolsaron un porcentaje preventivo. Gilipollas, que son ustedes unos gilipollas.

— Voy a vomitar.

Espera un poco, que todavía tienes que escuchar las últimas noticias sobre el congreso del PSOE. Rubalcaba promete centralidad y Chacón democracia. Uno vende renovación y otra novedad, una es dinámica y el otro eficaz. ¿Recordarán los seres humanos que hay palabras con significado?

A servidor le gustaría saber si el partido de la oposición quiere mirar hacia la izquierda o quedarse en ese centro post-revisionista que tan mal resultado le ha dado. ¿No es esta la hora de decidir si uno está a favor o en contra del capitalismo como sistema?

— Yo soy más bien eficaz de toda la vida.
— A ti esto ni te va ni te viene, gato metomentodo.
— ¡Fascista, que eres un rojo!

Así nos va: moribunda y todo, la industria de la frivolidad conserva su poder y, en consecuencia, se dispone a hacer justicia. Un ejemplo es la preocupación de algún periódico al descubrir que a Tolkien no le dieron el premio Nobel porque su prosa no estaba «a la altura» (de Borges ni hablamos). Igual podría escandalizarse el periodista de turno porque sí se lo dieron a Saint-John Perse, que no vende nada.

— ¿A quién?

«Hola», escribe uno de los lectores de la noticia, «me gustaria que por favor me dieran referencia de la obra El hobbit. ¿Qué les parecio? ¿Es entretenida o es muy compleja?» Así son las cosas: o entretenidas o «muy complejas», o frívolas o «muermo», o dinámicas o eficaces. En fin, vale. También se juzga a Garzón, a instancias de extrañas gentes y desde la complejidad de unos presupuestos legales muy finamente tramados, lo que demuestra que cuando queremos apretarle a alguien las tuercas sabemos ponernos difíciles. No, no nos mereceremos el fin del mundo y lo que sea que venga después, pero tampoco un monumento.

Hablando de lo cual a servidor se le ha ocurrido una idea: va a proponer a los indignados y simpatizantes que el día 21 de diciembre quedemos todos en la plaza de Magaz de Abajo (entre el bar y la fuente) a las doce de la noche para celebrar el mundoviejo tomando 2012 uvas. Luego, ya el día de mundonuevo, intentaríamos abordar el parlamento de Camponaraya y podríamos dormir la resaca en la comisaría de Cacabelos, tan ricamente, viendo en 3D la última de James Cameron, Terminator contra Jordi González, en copia pirata, claro, que seguro que tendrán una.

Las uvas (y la policía, y la música) por supuesto las ponemos aquí, no hace falta que las traigan de casa.

— Te habrás quedado a gusto.
— Pozí.

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