La cifra de mujeres asesinadas a manos de sus amantes o ex amantes, maridos o ex maridos sigue creciendo. ¿Se está haciendo lo suficiente o estamos asumiendo, consciente o inconscientemente, que la violencia contra ellas es una lacra cuya erradicación compete sólo a la mitad de la población? Pero hay otras preguntas que me rondan la cabeza: ¿se añade acaso a esta cifra la de las mujeres asesinadas por sus chulos o ex chulos?, ¿o esas son muertes sumadas a lo que la policía llama «ajustes de cuentas»? No lo sé, pero me temo lo mismo que ustedes: que no cuentan; aunque éstas si hayan estado representadas, «in pectore», en las manifestaciones del pasado domingo. Me temo eso y confirmo lo que me temía hace unas pocas horas: que los periódicos no van a darle a dichas manifestaciones el tratamiento que dieran a otras del fin de semana. Según parece el terrorismo no es tan fascista como los fascistas; según parece matar a un antifascista es un acto más fascista que matar a la mujer que nos rechaza, según parece hay muertos y muertas y, por lo visto, no es lo mismo.
Ahí está el último (penúltimo, me temo) caso, el de ese hombre «arrepentido» que salió en un conocido programa televisivo para rogarle a su ex novia, en directo, que le perdonase. Ante las cámaras, el hombre arrepentido prometió corregir unos errores que no detallaba, pero que, en un exceso de buena fe, supusimos repartidos entre la desatención y la infidelidad: lo de siempre. Sin embargo fuimos nosotros los equivocados; porque unos días después el hombre arrepentido, que no obtuvo el tan aparatosamente solicitado perdón, asesinaba a la mujer que lo rechazó frente a miles, decenas de miles de testigos. La cadena responsable del programa tira balones fuera. Ellos (según ellos) realizaron a ambos invitados una encuesta en la que ambos mintieron. Quizás necesitaban el dinero o, quizás, hijos después de todo de una sociedad que lleva lustros primando la fama sobre el mérito, necesitaban la falsa autoestima que la caja tonta presta a quienes, desprotegidos, alienados, se dejan utilizar por ella a cambio de su minuto de gloria. Es cierto que «El diario de Patricia» hizo a sus invitados una serie de preguntas antes de dejarles pisar el plató; pero también lo es que el objeto de tal encuesta es el de liberar a la televisión de cualquier responsabilidad en caso de problemas inesperados o de posibles denuncias, no el de proteger a nadie.
Que saque cada cual sus conclusiones. Yo ya sé lo que opino de los responsables de cierto tipo de programas cuyo desprecio por las repercusiones que su propuesta pueda tener sobre la vida real de sus invitados (víctimas voluntariamente manipuladas, ¿y qué?) ha quedado demostrada. La muerte de Svetlana Orlova, diga lo que diga el programa de marras (chabacano, inculto, facilón e inútil), les habrá servido, en última instancia, para aumentar la audiencia y lo demás… no es culpa suya. No, pero cae sobre sus conciencias de chulo.