Lee servidor un artículo titulado «TTIP: Mentirosos al ataque» en el que don Manuel Ángel Morales Escudero defiende el polémico tratado de las críticas que viene sufriendo por parte de grupos a los que, en poco más de treinta líneas, acusa de: encono, odio, mala baba, obsesión antiamericana, de ser élites, castas casposas, ramplones, incultos, comunistas, populistas, enemigos de la libertad, defensores de temibles doctrinas empobrecedoras, profesionales de la mentira, iletrados sindicatos panzones, partidos de tragadores abecerrados que engañan con saña, radicales, descerebrados, bestiales, garrulos y (naturalmente) de ser de izquierdas.
Quizás su argumentación contenga después de todo alguna cosa con la que servidor, detractor del tratado de marras, hubiese podido estar de acuerdo. Al fin y al cabo oponerse a algo no significa oponerse a todas y cada una de sus partes; pero es que tras el aluvión de improperios se le hace a uno muy cuesta arriba pensar en el texto de Morales como en algo distinto a una muestra más del tradicional matonismo patrio, por desgracia no siempre exclusivamente verbal.
Resulta difícil también, tras lectura tan sembrada de minas, no reinterpretar su título, imaginándolo con el tono exclamativo de la consigna, en clave de pistoletazo de salida electoral. Parece, por desgracia, que este será, en mítines y mensajes de aquí a las elecciones del 26 de junio, el tono de quienes se ven a sí mismos como gente tranquila, culta, conservadora, honesta, cosmopolita y con el derecho a presumir de vocabulario intimidatorio grapado en la solapa o ceñido en la correa del reloj de pulsera.
El mayor de nuestros males ha sido la ocultación. Se ha ocultado dinero a la Hacienda Pública, se han ocultado cláusulas del TTIP, se han ocultado comisiones por contratos públicos, se ha ocultado censura bajo el respeto a las víctimas, se han ocultado explicaciones bajo la interinidad, se ha ocultado una orden de archivo de causas en la Ley de Enjuiciamiento Criminal… la prevaricación en la lealtad, la crueldad en la tradición, la mentira en el tic… Se oculta, ahora, tras el ataque descalificador al otro, la larga complicidad propia.
No se oculta, sin embargo, desde el realismo letrado que confiere a la autoridad secular el derecho a carecer legalmente de ética, la mandevilleana idea de que cierto grado de corrupción privada fomenta la prosperidad común. De eso hasta se alardea; y si uno, por ejemplo servidor, lo pone en duda y defiende la transparencia, la integridad, la justicia, lo hará con la mala fe característica del comunista de mierda que siempre ha sido. Esa va a ser su campaña, según parece.
Ah! y mis disculpas a don Manuel Ángel Morales Escudero por haber usado su artículo para hablar de otra cosa.