Servidor está sobrecogido por la hazaña envidiable, memorable de don Félix Baumgartner, que ha saltado desde la estratosfera al suelo con la intención de batir algún récord, como si el salto, en sí, no fuese ya suficiente proeza. Eso le impresiona a servidor, pero aún más que haya cumplido su palabra y haya vuelto. No debían de ser pocos los patrocinadores que sospechaban en él la intención de sencillamente subir en el globo y quedarse, hacerse fuerte en la estratosfera, pero en efecto salió de la cesta y regresó a la crisis, como si no fuese ni alemán (que no lo es), ni austriaco (que sí) sino berciano (que, si unos siempre vuelven y otros nunca se van, los bercianos pueden patrullar la estratosfera días enteros y a la vez tomar café con los amigos sin aspavientos, urgencias o desafíos que su naturaleza empezada e inquieta no explique). Un servidor también siente una gran compasión por don Félix Baumgartner, pues nunca dejará de sentirse solo. Incluso cuando el segundo y el tercero y el cuarto superen la barrera del sonido en caída libre se sentirá solo. Aunque haya durado apenas unos minutos, su soledad ha sido absoluta e inédita, y por consiguiente incurable.
No es imposible que algunas mentes resentidas, basándose en el dudoso juego de palabras que su apellido sugiere, deseen ver en la gesta de este aventurero universal una metáfora de la decadencia del capitalismo: servidor ve poesía.
– Tú ves poesía hasta en la sopa, Suñén.
– Donde más.
– Yo una vez salté del tejado.
– No es lo mismo, Pangur. Y deja de interrumpir.
Baumgartner ha admirado el planeta como un efebo los muslos de su primera novia consentidora.
– Esa es una metáfora muy grosera.
Baumgartner ha contemplado el planeta como una enorme bandeja de flores y se ha servido una brizna.
– Eso me gusta más. Es cursi.
Baumgartner ha presidido el planeta como un magnate y se ha dejado, poéticamente, caer.
A servidor le iría mucho mejor si escribiese un blog sobre cómo hacer páginas web. El 99% de la gente que escribe blogs lo hace sobre truquitos de programación, novedades de software, tendencias de diseño… En realidad el blog es un género autoerótico, como la poesía. El 99% de Internet, trata de Internet, pero hoy trataba de Baumgartner. El otro 1% trata de Julian Assange o de Torrente 4, según.
A servidor le ha costado trabajo encontrar otro asunto al que hincar el diente en un medio donde la disponibilidad de la oferta es casi enfermiza. Pero cuanto más fácil es cambiar de tercio, más difícil es saber de algo, y de repente el paracaidista Baumgartner ha eclipsado esa desventaja que comenzó con la radio (uno esfuerza el oído y si no es atrapado a la primera mueve el dial), luego con la tv, finalmente con los ordenadores y ahora con los distintos escaparates electrónicos, desde el ya viejo mp3 al kindle. El resultado es una pérdida de voluntad gustativa. El producto debe cazarnos al vuelo, porque nosotros no vamos a insistir teniendo el menú de selección tan a mano.
Lleva uno un libro a la playa (que en nuestro país siempre será una playa de provincias) y comienza a leer (“Hace tiempo que no madrugo…”) y aunque no parece muy interesante continúa leyendo, es lo que tiene, y quizás acabe aprendiendo algo. En un kindle (o lo que sea) hubiese pulsado el botón y habría elegido otro texto («Considero una predestinación feliz haber nacido en la pequeña ciudad de…») Llegar al producto que sea sin cierta información previa, sin esa orientación del gusto a la que denominamos cultura (que Werty quiere españolizar sin advertir que ese término no significa lo que él cree) nos deja en manos de la publicidad, cuya noción de la libertad no se distingue de la de un «escaparate». Hemos descubierto (a más) que los políticos tienen su propio escaparate que cambian según temporada. Ahora, por ejemplo, hablan de cultura y, lo que es peor, tienen un resumen de la misma que han leído precipitadamente durante el desayuno. Artur Mas debería dejarse de zarandajas y emulando al austriaco regresar de ese cielo ya suficientemente estrellado con el que quiere cubrir problemas que están abajo, mucho mas abajo y a la izquierda.
A Werty no le impresiona Baumgartner; y es lógico: a un hombre que ha conseguido hacer volver a «los escritores, intelectuales y artistas abajo firmantes» de las catacumbas de la transición, que alguien regrese de la estratosfera le debe parecer una cosa baladí. Pero a servidor, Baumgartner (que ya debería tener una calle en todos los pueblos de España) le ha alegrado el día; lo que no es fácil porque, servidor, desde aproximadamente el año 2008 viene sintiéndose como si le hubiesen invadido los turcos. Baumgartner ha hecho algo tan gratuito, tan arriesgado e inútil y, sobre todo, tan poco austriaco, que ha captado la atención de todo el mundo en un mundo que ignora que los griots han dejado de cantar en Malí porque ese día estaban poniendo Torrente 4 en algún otro canal. Servidor (acostumbrado al frío) no hubiese vuelto enseguida: una vez en la cabecera del mundo, le hubiese puesto título: La nave de los locos, por ejemplo.