El caso

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Hay cosas que, en sí mismas, no significan mucho; pero hay veces en las que los acontecimientos se suceden de tal modo que alguno de nosotros se asusta, como hoy servidor, leyendo que murieron en incalificable sincronía Ninón Sevilla, famosa actriz y bailarina mexicana de origen cubano, y Eugenio Suárez, fundador del mítico rotativo «El Caso».

Si los lectores de un servidor no presumiesen tanto a espaldas de un servidor de no serlo, parecerían más, y entonces servidor podría, por ejemplo ahora, apelar retóricamente a ellos: «Estimado lector, ayúdame», etcétera.

Pero a servidor, dicho a costa de parecer cruel, se le antoja que cualquiera que se topara con lo que sea equivalente a las muertes, emocionalmente indistinguibles, de Ninón y de Eugenio, llegaría fácilmente a una conclusión tan obvia que servidor teme ofender a sus lectores copiándola aquí: cada vez hay más muertos y cada vez duran menos, pero cada vez se quieren más.

Ella destacó (dice la prensa) por su participación en cintas como Coqueta (1948), Sensualidad (1950), Víctimas del pecado (1951) y la comedia musical española Zarzuela (1959), que fue el último filme de su primera etapa cinematográfica.

A servidor le hubiese gustado añadir que todos vimos ese último film de la primera etapa cinematográfica de Ninón Sevilla, y quizás una o dos frases más sobre aquel singular año 2013, en el que la (digámoslo de una vez) actriz decidió hacer una pausa en su carrera artística, pero servidor ha caído en una profunda tristeza. Si servidor hubiese llegado a conocer a Ninón, probablemente la hubiese llamado «Sevilla» y la desgracia y la aún más dramática ruina hubiesen caído sobre un servidor como una losa de plomo. Dicho de otra manera: si servidor hubiese conocido a Ninón, habría acabado por cruzarse, antes o después, vivo o muerto, con Eugenio Suárez, intrépido fundador del mítico rotativo «El Caso», al que nunca llamaría «Suárez».

Llamadlo como queráis. Pangur lo llama «misterio».

— Yo lo llamo «marear la perdiz», que no es igual.

Y servidor prefiere llamarlo «ironía». No hay ironía en el hecho de que dos personas distintas hayan muerto con algunas horas de diferencia, sino en el detalle de que sus muertes se distinguen de las demás sólo para constatar lo difícil que resulta superar el techo de la irrelevancia. A ambos, por accidente y por primera vez, se les trató con justicia. Ni una linea más para la una que para el otro en esa parte del periódico en la que sólo un muerto enfermo quiere permanecer.

Servidor, como es lógico, lamenta sus muertes. Pero esto no trata de la muerte de nadie, ni siquiera trata de la muerte en general. Esto trata del choque, emocionalmente simultáneo en una capa del multiverso, de la noticia y de la información, del (mutatis mutandis) depredador y la presa. Y eso es un acontecimiento.

— Muy poco alagüeño.

Lo que une a las muertes de Ninón y de Eugenio (distintas muertes) es que son lo primero que pasó ayer, detrás de las noticias políticas y deportivas. Fueron el último film de la primera etapa cinematográfica de la actualidad, ayer. Servidor podría haber sido hijo de Ninón y de Eugenio, sin embargo, y haber releído varias veces sus panegíricos paralelos, pero era la presa. Ya saben: lo que nos pasa cuando ciertos acontecimientos se suceden de tal modo que amenazan con abandonarnos o literaturizarnos en el momento menos oportuno, y nos obligan a explicarnos, y nos vemos arrastrados a cabalgar sobre un piano, o escribir un poema como una silla, o empanar un avión…

Dice la prensa y servidor no lo enmienda que hace casi una década, en 2005, publicó Eugenio su libro autobiográfico: Caso cerrado. Memorias de un antifranquista arrepentido. También dice que el periodista Luis Terán y el escritor Jaime García Estrada destacaron la trascendencia de la figura de Ninón Sevilla y «cómo en poco tiempo marcó una tendencia sobre un cine social que tenía como tema central a las rumberas y en muchas ocasiones a las sexoservidoras».

Por un segundo, ha creido que Ninón y Eugenio eran los dientes del pasado intentando morder un trozo de mañana; pero enseguida se ha dado cuenta, servidor, de que no, de que lo único que pasa es que en estas fechas escasean las noticias, y que Ninón y Eugenio se han muerto aproximándose lo más discretamente de lo que han sido capaces (no como otros) pero tan oportuna y delicadamente…

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