Hay noticias que no por luctuosas dejan de provocarnos una cierta, macabra y casi inconsciente sonrisa. No hay nada en ello de lo que debamos avergonzarnos, porque la burla no proviene de nuestro enfermizo sentido del humor, sino del humor de la realidad misma, que es puro en cuanto indiscutible. La nueva normalidad no cambiará eso, la nueva normalidad no es una nueva realidad y, aunque lo fuese, conservaría su capacidad de imponerse a nuestros afanes, vanidades y trabajos con el más sólido de los sinsentidos, el que no tiene que dar explicaciones.
Hace ya más de un año que murió, congelada, la alpinista del biquini. Famosa de red social, Gigi Wu compartía fotos en bikini cuando alcanzaba la cima de alguna cima meritoria. Un día dio un mal paso y la realidad se impuso a su exhibicionismo de supervivencia. Sin duda Gigi Wu era la modelo alpinista porque ni era exactamente modelo ni exactamente alpinista, así que intentó recorrer un camino de síntesis más divertido que peligroso, en principio. Era cuestión de tiempo que la realidad pusiese a prueba su resistencia; y ganase.
Hace unos días murió Frankline Ndifor, un hobre de fe que sigue muerto y bien muerto a pesar de que sus feligreses intentaron resucitarlo con fervorosa insistencia. Ndifor aseguraba poder curar mediante sus oraciones la COVID-19, así que su iglesia, en Bonaberi, Camerún, se llenó inmediatamente de afectados por el coronavirus que creyeron que dios les salvaría como si para un dios que vivas o que mueras supusiese algún tipo de alternativa. Era cuestión de tiempo que la realidad pusiese a prueba su fe; y ganase.
Ni lucir palmito ni tener fe son, en principio, actividades que merezcan, por nuestra parte, objeción alguna, pero quizás, mientras la realidad siga sin necesitar justificarse a sí misma, no sea bueno tentar a la suerte haciendo pasar por actividades deportivas o soluciones intelectuales lo que no son más que placebos naturales para inteligencias incapaces.
No van estas actitudes más allá de ser las propias de un pensamiento idiota, no son malvadas ni son conscientes del daño que pueden provocar. Buscan la salvación desde la ingenuidad.
También recuerdo a cierto profesor que fue elevado a la categoría de héroe por haber defendido en plena calle a una mujer que estaba siendo golpeada por su pareja y que luego… pero esa es otra historia.
Llamar a la enajenación, convocar a la gente a que haga o crea sin más análisis lo que sea que se nos ocurra (en beneficio propio, de una idea o de un proyecto) no es algo que pueda hacerse ni sobre la escasa base de un narcisismo disfrazado de autosuperación o de un dios entretenido en hacer a sus criatura jugar con él a la trascendencia. Si a esa actitud se añadiesen pruebas, estadísticas y experimentos contrastados, si demostrásemos que existe algún beneficio personal y colectivo en seguir lo que predicamos más allá de la promoción de lo que vendemos, tampoco estaríamos legitimados para llamar a la enajenación.
Gigi, Ndifor, Bunbury, Cañizares, Bosé o el presidente de la Universidad Católica de San Antonio de Murcia, José Luis Mendoza, ven la verdad donde los filósofos, los científicos y los ciudadanos no ven más que un pozo de ignorancia (y ver un pozo de ignorancia significa haber mirado con mayor agudeza y mejores lentes que cualquiera de ellos). Puede que pasar un poco de frío no sea malo y que creer en algo consuele, como escuchar música, pero el intrusismo laboral, seas cantante, tonto de pueblo, pastor presbiteriano, modelo o presidente de estados unidos, es un delito de lesa popularidad que puede ocasionar accidentes graves. Un cura no cura enfermos, un cantante no construye versiones de la realidad mezclando sus conocimientos biológicos y técnicos con su su capacidad para el análisis geopolítico.
Bunbury ¿se negará usted a que su música circule en redes 5G, y usted, Bosé?
Si en todos los casos, la llamada a la enajenación debe de ser desoída, no en todos el motivo reviste la misma gravedad. No veo maldad en la alpinista, ni en el pastor siquiera, sólo torpeza, pero otros destilan un odio (al pensamiento distinto, o al distinto sin más, o al pobre, o a la mujer, o a la mansedumbre, o a la privacidad o al agua libre de los humedales, o a las encinas centenarias) que forma parte de un mismo odio interesado, avaro, insolidario, inhumano; un odio al animal trabajador que se volvió persona, un odio que define a eso que llamamos extrema derecha que, en nuestro país, es también la derecha a secas y, ocasionalmente (y en el fondo), el centro liberal.
Visto lo visto, nadie duda de que fueron idiotas los que pensaron que un drástico recorte en la inversión sanitaria era una buena idea. Y hasta ahí la idiotez, porque utilizar los recursos extraídos de la contribución general para fomentar un sistema con dos sanidades, una de pago que salva vidas y otra gratuita que no, es malvado. Cañizares debería de pensar que ahí donde está el demonio, pero el demonio está en él.
Y también el fracaso, porque las guerras con las que ciertos sectores aglutinados ahora por la falta de vergüenza de Vox ya las perdieron los Cañizares de este mundo a manos de gente tan alejada de su circunstancia como como Billy Wilder o Maria Skłodowska-Curie. O usted, o yo. Son ellos los que dicen que el pasado no hay que moverlo. Pues que dejen de moverse.
No me gusta que la fundación Bill y Melinda Gates promocione un tipo de sanidad universal sostenido por la filántropa economía de los multimillonarios, creo que para escapar de esa dependencia formamos estados democráticos y aceptamos su gobierno, naturalmente, y esa es una discusión pendiente. Pero llevo unos días escuchando tantas estupideces, tan absurdas y alejadas de cualquier análisis digno de la más mínima consideración que empiezo a preguntarme si no deberíamos dejar de tumbar estatuas de Colón (que no fue más que un hombre de su tiempo) y empezar a dejar de escuchar discos (o seguir sin hacerlo, en mi caso) de autores que no parecen ser precisamente ni poetas del suyo, ni consuelo de almas necesitadas de inspiración. Tonterías tan delirantes y peligrosas que he pensado en proponer los Premios al Despropósito en sus modalidades «pobre idiota» y «maldito idiota». Mi propuesta para este año serían los políticos artífices de los recortes sanitarios y, en general, de la gestión de la crisis de 2008; pero se admiten sugerencias, se necesitan sugerencias bien razonadas, bien argumentadas, porque estará muy reñido, reñidísimo.
— Elecciones Generales –dice el gato Pangur, inoportuno, impertinente y anarquista monárquico (como todos los gatos).
— ¿Qué?
— El concurso ese que dices, que ya existe.