Va servidor tomando notas y, con el propósito de acometer más adelante el comentario de algún acontecimiento o la escritura de alguna reflexión menos inteligente que poética, acumulándolas en un cajón de su mesa que, cada cierto tiempo, abre y vuelve a cerrar. Hoy, sin embargo, ha despachado el montoncito de una vez tirándolo a la papelera como si fueran las chuletas para un examen ya definitivamente suspendido. Lleva el mundo tal velocidad que es realmente difícil que nada registrado hoy signifique algo mañana.
Pero no sólo son apuntes lo que contiene el montoncito, ocasionalmente también van a parar a él algún recorte de periódico o alguna ilustración, como es el caso de la que el gato Pangur acaba de rescatar para sí.
— ¿Me puedo quedar con esto?
Es la reproducción en pésima calidad de un cuadro de Georges Mathieu que (primera noticia) es uno de los pintores favoritos del gato de un servidor. Lo cierto es que a servidor no le extraña lo más mínimo. Seguro que su escultor favorito es Juan García Ripollés.
— Y Botero, sí. ¿Cómo lo sabes?
— No importa.
— ¿Puedo seguir investigando?
Desde luego el sentimiento de propiedad de un servidor, con ser muy fuerte, no da para defender sus propios desperdicios de la curiosidad detectivesca de un gato ilustrado en el oportunismo.
— Pero después lo dejas como estaba.
— No te preocupes. ¿Qué es esto?
Pangur sostiene un folio en que está escrita la siguiente frase: «El marqués del Bosque, ejemplo de honestidad y ética». Servidor la escribió, tras leerla en alguna parte, porque le apena que en efecto los únicos españoles que hoy por hoy pueden ir por el mundo con la cabeza alta sean los pobres y los futbolistas; y porque, aunque no dice nada bueno sobre una sociedad cuyo único modelo moral medianamente fiable es un entrenador de balompié, es cierta.
Tras esa, Pangur ha ido mostrándole a un servidor otras notas y una de ellas le ha llamado la atención: «Piratas ustedes». Servidor la añadió a su montoncito después de leer la sinopsis argumental de la película Osombie y preguntarse si realmente alguien en su sano juicio estaría dispuesto a verla, o a copiarla o a reivindicar los derechos de su comercialización. Es curioso que nadie diga la verdad: prácticamente todo lo que uno se baja de Internet es una mierda originalmente destinada a timar a alguien. Lo bueno no está tan a tiro antes de convertirse en un producto de mañana, es decir de ayer, o sea: incomprensible hoy. Otras notas decían: «¿Puede un particular vender su deuda?», «¿Y si el alma existiese pero el hombre no tuviese una?», «¿Dónde empieza el entorno?», «¿De qué planeta es el señor de Guindos?», «¿De verdad los bancos somos todos?», «¿A qué se dedican exactamente Sabina y Serrat?, ¿y Werty?» Son preguntas metafísicas cuyas variantes apunta un servidor cada cierto tiempo empujado por las noticias y para mantener engrasado el espíritu, pero cuya respuesta le importa un confeti a su parte mortal y mayoritaria por mucho que tenga que ver con lo que nos pasa, que es que los únicos españoles que tienen credibilidad son los pobres y los futbolistas. ¿Saben por qué es posible que la prima de riesgo se nos dispare a pesar de haber sido rescatados? Pues porque entre unos y otros no hacemos más que engañar y engañarnos, y eso se nota. Aquí mentimos sobre nuestras cuentas, mentimos sobre nuestros acuerdos, mentimos sobre nuestras intenciones, salvamos a Barrabás y crucificamos al nazareno todas las veces que haga falta, pegamos a los adolescentes y añoramos el látigo mientras acariciamos el rosario porque para eso somos españoles y campeones del mundo de balompié. Y, lo que es más importantes, esos métodos tan poco piadosos del enemigo exterior que están atacando a nuestra economía son los que sustentan nuestra idea de la economía (así que a fastidiarse). Ya lo ha explicado Juan Cruz, uno de nuestros grandes intelectuales de la semana junto a Félix de Azúa: que de la gente que dice la verdad no hay que fiarse. Hay riquezas legítimas, mentiras necesarias, duros a peseta e indulgencias plenarias por ir a ver a la selección vestido de Superman y/o comulgar con ruedas de molino. Esto es España, como si dijésemos Europa pero gobernada por rompenecios. Esquilmamos lo sólido para financiar lo volátil.
— ¿Y esta foto?
Son mineros disparando cohetes a la benemérita, y servidor duda si devolverla al cajón. Habría que hablar de eso, de la imposibilidad de mantener una industria a base de subvenciones y de la de no acortar plazos previamente pactados, de la fiscalización de las ayudas, del precio de la energía, de la gestión de los dineros que llueven de las alturas, de la falta de previsión y de los agravios comparativos. Y de la urgente y siempre postergada reconversión del Bierzo. Pero servidor no iba a guardar esa fotografía por todo eso (que es importante anotar) sino como recordatorio de lo poco práctico y muy gravoso que nos sale a los españoles ser el país europeo con más políticos por habitante.
— ¿Entonces la quieres?
— No, tírala. Mañana ya no significará nada. O mejor no, mejor la guardo.