Parece ser que los sabios acaban de determinar que eso de beberse dos litros de agua al día no es ni bueno ni malo. Del agua, saben en El Bierzo que si destroza los caminos qué no le hará a los cuerpos, y la cultivan para regar mientras se dan a la ácida Mencía y al áspero aguardiente con moderación, pero sin complejos. Que todos esos cuerpos que se pasean de aquí para allá con su botellón de agua estén perdiendo el tiempo no puede más que gratificar a un hombre como yo, siempre tan descuidado con los consejos médico-mediáticos y el paternalismo de estado. Así que ya lo saben: beber agua más allá de lo que la sed reclama ni mejora ni prolonga la vida.
No así el Whisky, si juzgamos por la buena forma en que a sus ciento y dos años se encuentra todavía don Paco Ayala, por mencionar un caso intelectualmente notable (es miembro de la Real Academia Española desde 1983 y ha sido propuesto en diversas ocasiones como candidato para el Nobel, que son méritos muy valorados por estos predios nuestros). En cuanto a un servidor, que tiene la mitad de los años de don Paco pero también prefiere el Whisky, sepan que se encuentra el doble de bien después de su último resfriado.
Otra cosa es si debe mezclarse o no el Whisky con el agua. Esta es una discusión en la que las distintas y diversas opiniones, todas bien argumentadas, no parecen capaces de llegar a un acuerdo. Servidor es de los que primero llenan el vaso (marca Riedel, naturalmente) de agua (mineral, no del grifo) hasta la mitad, lo vacía y vierten luego el Whisky sobre la acuosa pátina restante. Pero son asuntos difíciles, como la forma de besarse en los distintos países, que es asunto que preocupaba hace poco a mi amigo Bottini. Según él los franceses empiezan por el lado izquierdo de la cara y los españoles empezamos por el derecho. Por eso cuando saludamos a un francés o a una francesa plantándole dos besos, no es raro que terminemos dándonos uno en los morros, algo que podrá resultar más o menos embarazoso o agradable dependiendo de las inclinaciones de cada cual. Peor aún es cuando el beso es entre persona española y persona argentina: la primera se quedará con cara de folio esperando inútilmente el segundo. En Argentina dan uno y no más. Los rusos, sin embargo dan tres (ignoramos, Bottini y yo, por qué lado de la cara empiezan), y los árabes… Bueno, dejémoslo, no vaya a ser que el único beso posible sea ese, a derechas, entre Aguirre y Gallardón que prefiero no imaginarme.
Sería menester convencer a los políticos de la pertinencia de fundar, de una vez por todas, una Oficina Internacional de Besos y Bebidas que nos saque de aprietos… Pero, hablando de políticos, hay otra cuestión peliaguda y muy comentada y discutida estos días: la de si Zapatero ha hecho a propósito eso de no salir investido en la primera vuelta. Unos dicen que sí, y otros que no y no. Lo que está claro es que tendrá que dialogar, y mucho, para lo que, según está demostrado, es mejor beber Whisky. Rajoy, por el contrario, va a tener que beber mucha agua, porque lo suyo va a ser hablar, y hablar, y hablar, y porque el Whisky mezcla mal con la oposición (que debe ser responsable) y es más bebida de talante y almendrita tostada. En cuanto a los posibles pactos que otras fuerzas quisieran establecer con Zapatero, un aviso a sus líderes antes de que sea tarde: besa a la francesa.