Scacciamosche

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Aún está servidor lamentándose de la muerte de Carlos Edmundo de Ory, de la de Berlanga, bajo las frías estrellas de la polvorienta noche berciana, cuando al Polisario, cuya voluntad de autodeterminación parece haberse convertido en la mosca de la vendimia de la dinastía alauí, viene a recordarnos que aún puede haber universos peores. Habrá un Universo en el que estas cosas no pasen (y se refiero servidor a uno habitado por seres de inteligencia mudable y prepotente, escaso carácter, sensibilidad ciclotímica y altura moral intrascendente, claro está) o no se perciban. Pero es en este en el que van a terminar no habiendo pasado…

Perdón por la interrupción. Sin sentir por ellos remordimiento alguno, un servidor acaba de propinarle a una de las últimas moscas del año un golpe de scacciamosche que ha sonado a portazo, haciéndole perder el hilo. ¿Por dónde iba?

– Divagabas, fingías ser sarcástico, pero divagabas.
– Gracias, Pangur. Mis escasos lectores ya se habían dado cuenta.
– Y la mosca la quería yo, egoísta.

Resulta curioso lo bien que leemos cosas dificilísimas como un texto de Beckett o extraviadas como los comunicados de un servidor y lo fácilmente que malinterpretamos textos que no significan sino lo que dicen, situaciones tras las que no hay sino lo que se ve, actitudes perfectamente acordes a sus motivos pero que interpretamos como si nada que no precise un análisis agudísimo fuese importante.

– Ponme un ejemplo.
– Tú.
– Vale, ponme otro.
– ¿Recuerdas las últimas protestas del PP contra las respuestas de Felipe González a Juanjo Millás?
– Tengo memoria de gato, lumbrera.

Felipe González dijo que podía haber volado por los aires a la cúpula de ETA y que decidió no hacerlo, y añadió que aún le quedaba la duda moral. Siempre la duda moral. Imagínense que les preguntaran si matarían a Hitler antes de que comenzase a construir los campos de exterminio. Usted, mi solitario lector, podría responder sí o responder no. ¡Y servidor podría acusarle de asesino en ambos casos!, pero ¿cómo podría recriminarle en cualquier caso que conservase, con independencia de su decisión, una razonable duda moral?

Así ha sido a pesar de que, después de todo, lo que Felipe hizo (al menos en este caso concreto) fue cumplir la legalidad vigente aplicando una ética discreta, garantista y responsable (que es como debe de ser la ética de estado). También le negó al Frente Polisario su apoyo institucional, para alegría de la misma derecha que ahora recrimina a Zapatero no haber enviado inmediatamente a Marruecos a una ministra de exteriores que se ponía la pegatina solidaria en cualquier festejo hace no tanto tiempo. Hay que ser un poco tarugo para no entender que este era trabajo de Moratinos por la sencilla razón de que vamos a dejar al Polisario más sólo que la una (lo que al PP, diga lo que diga, ni le va ni le viene) y no podemos estrenar a la responsable de exteriores en un trabajo de contemporización que ponga a prueba sus conocidas convicciones. El Frente Polisario es la prolongación de un Movimiento para la Liberación del Sahara que fue barrido por la policía territorial española (la de Franco) en 1970, en El Aaiún, y las cosas no han cambiado tanto en ese aspecto, dicho sea como recordatorio para olvidadizos de todos los colores.

Lo que no justifica su represión violenta, naturalmente. Y en ese sentido es cierto que al no hacer una primera declaración inmediata, firme, protestando ante la expulsión de informadores (e insinuando la posibilidad de una solicitud a la ONU para que tomase cartas en el asunto), el gobierno español despejó cualquier duda sobre su debilidad (para defenderse, para azuzar a los perros ante una acción reprochable) y facilitó que Marruecos (con más sentido teatral) asestase el siguiente golpe: las declaraciones de su ministro de exteriores contra nuestros corresponsales de prensa. No se trataba de liarse a mamporros, sino de atacar primero y con determinación, defendiendo la libertad de información; porque lo que no le interesa a Zapatero es la inquina de los periodistas contra su gobierno (al PP sí); y porque, por aprovechar el argumento secundario, Marruecos nunca le hubiese hecho eso a un gobierno español fuerte.

Servidor lo dirá más claro por si está siendo leído desde algún universo habitado exclusivamente por actores: El Frente Polisario nos resulta terriblemente incómodo porque la única forma de apoyarlo es enfrentándonos abiertamente a un país de cuyas relaciones con el nuestro dependen muchas cosas, lo que explica también cierto retraimiento en el manejo del asunto. Una cosa es lo que deseamos y otra hasta dónde podemos implicar en los dictados de nuestra conciencia al gobierno propio. Por eso ha insistido servidor en que el único defecto que ve en la gestión de una situación tan enojosa como incómoda es el de no haber sido más decididos en el la defensa del honor de nuestros corresponsales y de nuestro derecho a saber. Pero la situación se resume transcribiéndola, se lee literalmente. Una anticipación determinada, un amago de contienda, nos hubiese tranquilizado, sí, pero no hubiese dado otros frutos, por lo menos en este Universo en el que las moscas no le importan a nadie.

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