Dice el horóscopo de hoy de un servidor que debería de tener cuidado con las comunicaciones. ¿Le pasa sólo a servidor o el horóscopo de ustedes también retrasa? Es sumamente inquietante, quizás incluso cuántico (o cuántico, sin duda) eso de que el destino de un servidor resulte ser, sistemáticamente, lo que ya ha hecho. Hace dos días que servidor debió de haber tenido cuidado con las comunicaciones, pero el horóscopo lo anuncia hoy.
— Un fraude.
— O la verdad.
A los intelectuales y/o artistas se nos perdona nuestra participación activa en la política, sobre todo en la emergente, no porque se nos conceda el atenuante de ingenuidad del teórico, sino porque se nos supone idiotas, es decir idealistas útiles para tiempos obligatoriamente superables. El gato Pangur lo explica perfectamente:
— Hace años que habéis perdido. Desde el 9 de noviembre de 1989.
— ¿Hemos perdido?
— Los americanos de arriba son ahora la resistencia.
— No Pangur, la resistencia somos nosotros.
— No, Suñén, si los americanos hubieran querido ser comunistas alguna vez, ahora serían todos ricos a vuestra costa.
— Ya son todos ricos.
— A vuestra costa.
Así ha llegado la conversación hasta el asunto de los americanos. A Pangur no le gustan, pero los prefiere a «nosotros». Según él son cínicos evolucionados y, como tales, subestimarán siempre a cualquier mamífero epicarpio (y epicúreo) con complejo de inferioridad (valga el pleonasmo). Puede que tenga razón. En cualquier caso, la conversación apetece. Y de mamífero evolucionado a mamífero a secas, pregunto:
— ¿»Nosotros»?
— El gran Centro Extremista.
Los americanos de arriba decidieron hace mucho tiempo que la verdad no era una de sus prioridades. La gente que sobrevivíó gracias a esta decisión agradeció mucho el gesto. Mucho y en gran formato. Esa gente sabía producir cosas, además; no era completamente iletrada. Ellos hicieron esto.
Hemos estado viendo la última entrega de Star Wars, la más subsidiaria, la más tramposa, la más auténtica de la saga. El azul es el color de la libertad (con eso les digo todo). Cree servidor que el mensaje de la película es «aún tenéis derecho a dos horas de esparcimiento», su gato opina que es más cruel.
Pangur opina que si los americanos dejan de leer sobre papel, como parece que harán, al mundo no le quedan más de tres o cuatro días. Ni abejas ni leches. Quiere que abramos un monasterio laico en pleno Camino de Santiago. Servidor ha decidido quedarse a ver él solo Yume de Akira Kurosawa, que ya es una cinta inaplacable, profética, injustamente antigua. Sueños: ¿no eran, el arte en general, la literatura en particular, una forma de compromiso?
Hay, en estos momentos, en alguna parte del mundo un nido de víboras ambiciosas que nos distrae con urgencia de la legislación utópica que exigimos, de África, de la inteligencia independiente (de ahora en adelante traición) y de la línea recta que oculta todo rodeo. No piensen en Rusia, ni en China, ni en La India, sino en el Coco. Como corderos que tuviesen su matadero en África iban los hombres alineados y armados hacia su gran autoafirmación odiando al Coco por encima de toda amenaza imaginable.
Se diría que estamos enfrentados al comprador de ese cuadro de Vincent van Gogh en el que quisimos vivir. La Historia, con mayúsculas, es muy poco aleccionadora. Los amigos («la amistad es animal de compañía, no de rebaño», dijo Plutarco) soñadores, que no dan un paso atrás (maniáticos, pesados, puros), tienen la fuerza del sentido común y, paradójicamente, ni una pizca de poder; quien manda de verdad, quien tiene la sartén por el mango, es ese (uno cualquiera) que permite que se desahucie a otro porque de no hacerlo tendría que prescindir de algunos extras en el salpicadero de su Bentley Bentayga. El peor trato legal disponible debería estar reservado para él y sus valedores; aquí, en Irán y en cualquier parte del mundo en el que la gente sepa hablar.
Esto trata de vivir, no de querer. Podemos ser previsores dirigentes o imparables soñadores. Si servidor fuese ustedes dejaría de leer el horóscopo (argumentario universal) y escucharía a los soñadores, porque el Coco (que no existe) va a seguir ahí cuando aplacemos nuestras diferencias en nombre de la negociación, y nosotros seguiremos igual de retrasados en la tarea de defendernos de los empeñados en freír con gasolina costillas de plástico sobre la siempre vieja nueva Europa, y el Bentley Bentayga seguirá viniendo con reloj de oro macizo en el salpicadero.