Las mujeres pastún: poesía

Mujeres sin paraíso



– Presentación y adaptación del pastún por André Velter y el Autor.
Versión de Clara Janés.
Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Madrid 2002. 125 páginas.

Hay libros que exceden su lectura, e incluso su análisis, y Sayd Bahodín Majruh (nacido en Afganistán en 1928 y asesinado en Paquistán en 1988) encontró uno de ellos escuchando junto a su hermana los landays (breves composiciones de dos versos libres de nueve y trece sílabas) improvisados por las mujeres pastunes para dar cuenta (nada explícitamente) de un estado que las reduce, prácticamente, a la condición de bestias de carga.

La belleza y la fuerza de estas composiciones, su naturalidad y su intuición poética, junto a la lectura de las mismas que propone Majruh, y el postfacio de su descubridor “in pectore” André Velter (que muy bien podría haber sido un prólogo, por cierto) hacen de este un libro a la vez intemporal y rabiosamente actual, de belleza nada inocente, y cuyo mayor valor es el de dejarnos solos frente a una experiencia estética que reclama, como condición necesaria, la puesta en riesgo (nos situemos en el bando en que nos situemos) de una buena parte de nuestras convicciones.

Literatura, feminismo o política se vuelven, con perdón, paños idiotas que nos ponemos exclusivamente para no ser golpeados demasiado fuerte (y noqueados) por una serie de poemas improvisados por unas mujeres más fieles a nuestras convicciones que nosotros mismos. Lo que enuncian nos compete más allá de cualquier punto de vista. Lo que enuncian es, en ese sentido, sagrado.

Mujeres cuya única salida es el suicidio o el canto. Ambos, en cualquier caso, gestos de una privacidad impuesta, no deseada. Mujeres en una tierra que, por oscuras razones, debe serrarse una vez y otra vez a sangre y fuego.

Mujeres ante los fusiles soviéticos, sin paraíso posible, mujeres pastún en el exilio de los campos de refugiados, sin paraíso posible, mujeres frente a horribles esposos-amos ocupados hasta la nausea en las estúpidas ceremonias de su honor y de su linaje, abandonadas a su suerte por la impotencia de la mala conciencia de nuestra buena conciencia occidental, democrática, cínica:

Me tiro al río, la corriente no se me lleva.
El pequeño horrible tiene suerte, soy rechazada y devuelta a la orilla.

Mujeres.