Malditos jefes

Tiempo estimado de letura: 3 Minutos

Se le ha ocurrido, de pronto, a servidor, que se está alienando a si mismo; que es el típico explotador, vaya, pero con la diferencia de que el único objeto de su afición negrera y desmesurada codicia no es otro que el que suscribe. Ustedes pensarán que lo de servidor es pura vanidad, pero depende.

— Suñén.
— Dime, cariño.
— ¿Tendrás un rato para ayudarme a remover la tierra de los rosales y sanearlos un poco? Están muy mustios.
— Espera que me consulto, cielo. Aunque hoy estoy en plan chungo, ya te lo aviso. Pero aún así lo intento y te digo algo.

Servidor se sirvo una grappa Nonino (cuya «confezione sono realizzate a mano, utilizzando ampolle soffiate a mano volante e millesimate») sólo para intentar sobornarse. Después de todo lleva toda la tarde matando moscas con el talonario de cheques mientras trabaja como un poseso. El talonario está hecho un asco, por cierto, con manchas sanguinolentas y grietas muy poco apropiadas a semejante objeto. Tiene que limpiarlo servidor un poco antes de echar el cierre, total serán cinco minutos. Aunque lo puede hacer mañana…

— Bueno. ¿Te das permiso o no?
— Aguanta un segundo cielo. Otra grappa y me tengo en el bote.

Como ayer se dio servidor la tarde libre para jugar a los bolos con Lucas (que por cierto ganó) le da miedo abusar. Ya sabe que estamos en verano y todo eso, pero la lista de cosas que tiene que obligarse a hacer es enorme. Y, la verdad… No está la economía para andar en plan comprensivo con el personal.

— ¿Quieres que hable yo contigo?
— No, mujer, ¡qué cosas tienes! Ya me ocupo yo. Es que estos asuntos tienen su ritmo. Pero tú tranquila que me parece que me estoy ablandando, dice servidor bajando la voz.

Con la cuarta grappa acaba servidor contándose la mili y echándose unas risas de lo más amistosas consigo mismo. Vale: lo deja por hoy.

— ¡Raquel! Que sí.
— Ya lo sabía yo, si tiene razón tú amigo el desilusionista: en el fondo no eres un verdadero empresario. ¡Buenazo!
— Pero Raqueeeel…, ahora no te vayas a poner de mi parte, con lo que me ha costado convencerme.
— Vale, vale. Lleva esto, y esto. Y dame un beso valiente, que no todo el mundo es capaz de enfrentarse a sí mismo con tanto coraje. ¿Qué te has dicho?
— Que me tenía hasta el gorro con mi disciplina y mi seriedad y mi responsabilidad, y que si no fuera por mí me iba a ir estrictamente a la mierda en dos días y a abrir mi propio negocio. Eso si antes no se me escapaba la mano volante…
— Así me gusta, cielo.
— Gracias mi vida.

No le ha contado servidor que ha tenido que prometerse que mañana se levantaría a las seis de la mañana para lavar el talonario, responder el correo y seguir dando tumbos con ese libro de poemas que no hay forma de armar, pero es que no quiere disgustarla. Y las rosas son tan agradecidas.

Deja una respuesta