Para intentar superar la crisis, el Consejo Superior de Cámaras de Comercio y algunas grandes empresas, patrocinaron una campaña publicitaria destinada a contagiar confianza y fomentar el buen humor entre la paciente ciudadanía. Los anuncios, no sin polémica, llevan un par de semanas emitiéndose. Bajo el lema esto lo arreglamos entre todos, unos pocos «famosos» (de esos que de la crisis no se van ni a enterar) nos recuerdan que «al mal tiempo buena cara». Buena cara, sí.
¿Quieren saber qué ocurrió con los topillos? La plaga desapareció víctima de un colapso demográfico y así ha sido certificado por la Universidad de León y por la Autónoma de Madrid, y por alguna empresa y por varios comités. Pocas cosas han sido tan certificadas como la desaparición de la plaga por causas ajenas a su combate. Así que el veneno en el que la Junta gastó millones (clorofacinona primero y bromodiolona después) mató lo que fuera que matase, que debió de ser mucho y grave, pero no a los topillos que murieron de ensimismamiento natural. La percepción general, sin embargo, es que se hizo un buen trabajo.
Pero una cosa es un topillo y otra una crisis económica como la que (por muy grave que ahora parezca) no ha hecho más que empezar. La plaga de topillos acabó por sofocarse a sí misma mientras los mecánicos de la química hacían su agosto agrario y los políticos arrimaban el hombro a falta de mejores maneras de salir en la foto. La crisis no actuará de ese modo, y sería un gesto de buena educación dejar de intentar sacar beneficio de una situación que no se controla. Lo digo porque he visto al gobierno subvencionar a los bancos. Lo digo a cuento de que he visto a un señor mayor (economista) que ha dicho una cosa verdadera («esta crisis es una crisis de decencia») que le va a ayudar a vender muy bien un libro tan utópico como previsible. Lo digo porque he visto a los bien situados «famosos» faltarle al respeto a la población y creyendo mejorar su imagen coreando en público consignas planeadas desde el pensamiento primitivo propio del departamento de psicología paternalista de las agencias publicitarias. ¿De verdad creen que si dejamos de quejarnos nos dejará de doler?
Servidor lleva muchos años levantándose de la cama sabedor de que los ricos viven así de bien porque no le roban a él solo. Pero al ver estos días a Juanjo Millás (que, a decir verdad, parece el único que realmente duda de lo pertinente de la campaña) y a otros famosos diciendo que hay que esforzarse por caer bien y ser asequible y no tocar las narices y esperar con alegría el colapso natural que solucione la crisis, y comprar sus libros, ver sus películas, oír sus discos y sus monólogos, no sé: me ha entrado un sesgo amargo y me he imaginado a los libreros diciéndose a sí mismos que Dios aprieta pero no ahoga y que hoy, además del libro del señor mayor, venderán los de Delibes que ha tenido el detalle de morirse.
De modo que, si no he entendido mal a aquellos a los que les va bien, la crisis morirá como los topillos si adoptamos una actitud positiva: no importa el dinero que se invierta en medidas o se recorte en gastos; ella terminará porque nosotros actuaremos como si no existiese y seguiremos garantizándole beneficios a Telefónica y dividendos a los bancos. No me gusta parecer pesimista, pero nos están vendiendo un arma que a saber qué matará, de todo menos ratas.