Se lo ha pensado un poco, servidor, antes de escribir sobre este asunto, porque es de esos en los que desviarse del asenta(i)miento tribal puede llevarlo de cabeza a las fauces del animal equivocado, pero es que (aún hecho como está a disculpar las improvisaciones de unos y otros) le resulta del todo imposible (del todo) entender el sentido, la pertinencia y hasta la lógica del pensamiento de don Pablo Iglesias cuando defiende el uso del término «portavozas», lo que además hace, según parece (así lo dice el periódico), pese a los «señores a los que les molestan los cambios». ¿Qué señores, qué cambios?
¿No sabe don Pablo Iglesias que la mujer tiene voz, y las mujeres voces, y que son en eso exactamente iguales a los hombres?, ¿no sabe que «la voz» es femenino (singular) y que los verbos carecen de género? Las mujeres tienen voces y también la capacidad de transmitir cualesquiera otras voces, incluso las de los hombres, portándolas (del verbo portar). ¿De dónde sale entonces eso de llamar «portavozas» a las mujeres cuyo encargo es el de transmitir una voz colectiva?, y, más importante, ¿dónde estaba el sexismo cuya enmienda, teóricamente, lo avala?
Este idioma está muy lejos de ser igualitario en su construcción, y aún más en su aplicación, pero en lo tocante al término de marras, miren ustedes por donde, no sólo no se se equivoca, se muestra del todo respetuoso, incluso ejemplar: usa un prefijo asexuado y una voz femenina para construirse. Sí se equivoca sin embargo el hablante que, no encontrando culpable a su ridícula invención (nacida del machismo de su propia cabeza) arremete contra quienes, sin mala fe, lo corrigen tachándolos de «señores a los que les molestan los cambios». A ver…
A ver: todo el género de frases como «dijo el portavoz» o «le nombraron portavoz» descansa en el artículo; la culpa, en consecuencia, de cualquier susceptibilidad recae única y exclusivamente (única y exclusivamente) en él, así que basta y sobra con cambiarlo. Decir de una mujer que es «el portavoz del grupo» es, naturalmente, incorrecto (ya lo era), lo correcto (antes y ahora) es decir, en tal caso, «la» portavoz. Portavoz, para entendernos, es como “ciclista”, «geómetra», «sedicente» o «nacional». El meollo implicado es importante y necesita argumentos consistentes, no necesita ser tachado de absurdo por culpa de favores no solicitados.
Mientras redacta estas líneas, servidor se resiste a ser víctima de un ataque de risa ante la tentación de pontificar de los potífices (no desea realmente sobredimensionar un error menor), pero también a que le acusen de inmovilista. ¿A qué cambio se resiste?, ¿al que se deriva de no querer disimular la ignorancia de quien, claramente, mete la pata utilizando en público una expresión impropia por –pues en absoluto sirve al fin que se le supone– innecesaria?
Servidor perdona expresiones como «complejizar», según países, aunque «complicar» le pareció siempre suficiente, tolera la conveniencia de «miembra» y celebra sin dudar la congruencia de «abogada», «médica» y hasta «jueza», que corrigen el sesgo patrialcal (y socialmente impresentable) de la lengua. En su día, servidor aceptó de buen grado el uso de la palabra «poeta» para ambos géneros de practicantes del mismo género. Se evitaba, de ese modo, la connotación entre cursi y condescendiente que contaminaba el término «poetisa». Pero, está dicho: ¿qué evita o subsana «portavozas»? Nada que tenga que ver con el feminismo.
El término, en suma, quiere reparar lo que no está roto y salvar el resbalón (seguramente generalizado, si ha hecho que todo un secretario general lo bendiga) aparentando una voluntariedad que no tiene. No. «Portavozas» es ridículo y defenderlo es coquetear con el compromiso envileciendo gratuitamente a quienes, hombres o mujeres, con toda la razón y sin ofender en absoluto a nadie (pues como se ha dicho, es término inocente) sigan usando el cerebro como la única forma posible de congeniar lenguaje, autonomía, necesidad y coherencia (eso es la corrección). En fin, que las declaraciones de don Pablo Iglesias le han recordado a servidor aquellas de Oriol Junqueras cuando decía que como es creyente, odia la violencia. Las cosas… que se dicen sin pensar…
No quiere servidor (y le consta que no es preciso) recordarle al líder de una formación con la que comulga (no ruedas de molino, pero sí de lo otro) qué cosas sean las verdaderamente importantes en las políticas de igualdad, la organización social paritaria o el uso correctivo, inclusivo del lenguaje, lo que sí quiere es pedirle, con respeto y con firmeza, que no insulte a quienes no se equivocan.