Ha ido servidor a ver al oculista y le ha encargado unas gafas graduales, y unas de cerca, y ya puestos, y aprovechando que tiene una buena cobertura, unas de lejísimos.
— Las tendrá usted el lunes, pero ¿para qué quiere ver tan lejos?, pregunta el licenciado, susceptible como debe de ser.
— Para ver el horizonte cronológico, buen hombre, que parece usted tonto.
— Sin faltar, ¿eh?
— Tranquilo, que no faltaré. Hasta el lunes.
Se lo cuento a Raquel, que se hace la escéptica:
— ¿Tú has ido al oculista o al ocultista?
— Pon unos whiskies, porfa…
— ¿Lagavulin?
— No. Me encantó ese que has comprado hace poco. ¿Craggenmore?
— Doce años. ¿Pero no decías que era blandito?
— Tiene un toque Channel, reconócelo, pero es aceite de río donde los haya.
Anochece. Salimos al balcón grande. El cielo es una provocación y Raquel extiende su mano hacia él. No tiene dedos para tanto cielo.
— ¿Qué esperas ver?, pregunta.
— Errores…, correcciones…, materia exótica…, el pasado expandiéndose hasta disolverse en leyenda…, con suerte la refutación de Einstein (me encantaría refutar a Einstein, sólo hace falta que no exista la nada y que las partículas tengan pulso), o el mar: dependerá de hacia adónde mire. Lucas está muy interesado por la nada, y yo vengo explicándole que esto y lo otro…
— ¿Qué le has dicho a Lucas sobre la nada?
— Que seguramente fuese metafórica; y que iba a hacerme unas gafas de lejísimos, a ver qué averiguaba. Se ha reído.
Magaz de Abajo está recogiéndose y se van encendiendo algunas luces. Pero lo mejor viene de arriba. Es un lugar mental, ilustra un lugar mental, Magaz.
— Debería de dar igual, dice Raquel dando un sorbo de su whisky.
— ¿…?
— A lo mejor para ver tan lejos hay que mira desde más cerca.
Raquel apunta su frágil barbilla hacia las copas de los árboles. Suspira. Últimamente, ha estado cansada (ejerciendo de tribunal de oposiciones), y pienso (o quizás lo digo) que a veces me necesita más de lo que me encuentra, o que me encuentra en sitios como este, donde, después de todo, aún no estamos completamente. La abrazo.
— O sí, dice Raquel. — Sí que estamos aquí completamente. ¿O es que además de no ver el horizonte cronológico tampoco notas el topológico?
— Tienes razón. Por cierto: ¿me lees el pensamiento, no?
— A veces.