Debería, si no la hay, haber una vergüenza colectiva, una constante que ligase al agresor con su víctima e interpretase el gesto como la autolesión peligrosa, el signo de deterioro frente al cual el resto del campo reaccionaría tensándose como un tambor para compensar unas irregularidades que, con gran facilidad, se convierten en escollos, en abismos, en grietas, si no se detienen de inmediato.
Las manifestaciones de estos días son consecuencia de la necesidad de tensar ciertas irregularidades que afean mucho, realmente mucho el tejido. O una sociedad está enferma y, como diría un castizo, le han vendido muy bien la moto, o no manda a los anti-disturbios a contener una protesta, comprensible por cierto, en la que sus propios hijos muestran junto a sus manos desnudas su deseo de servir. Que la policía se refiera a ellos como «el enemigo» nos advierte seriamente de hacia donde volvemos, o en qué no hemos cambiado, cada cual lo sabe.
Servidor entiende que se exijan explicaciones al ministro del interior, pero, de paso, podrían explicarse otros, igualmente responsables. Porque aquí pasa algo que aún no hemos asimilado completamente, aún habiéndolo propiciado nosotros mismos (esta vez sí): El PP, que es un partido de derechas (dejen terminar a un servidor, gracias) ha llegado al poder con una amplísima mayoría que le permite actuar como si fuera aún más de derechas de lo que nos hizo ver en campaña y con el permiso del mundo para ser todo lo de derechas que quiera. Servidor cree que está disfrutando de ser de derechas quitándose de en medio a Garzón, servidor cree que están en el cielo de la derecha enviando a las fuerzas del orden a sembrar el caos. Además: no necesitan justificar sus actos porque «la situación» no la han creado ellos; según entienden, la arreglan, como siempre ha hecho la derecha.
Bueno, ya está bien, quizás hemos llegado a ese punto en el que podemos considerar que el que siga insistiendo en que la crisis la provocó Zapatero miente conscientemente, y que quien una y otra vez repite que «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades» es un payaso y un demagogo que debería ser alejado del foro a pedradas. Puede que, paradójicamente, el poder ejercido desde la derecha se note más. Pero si lo siguiente es tachar a estos chicos de «elementos antisistema» y sacar a los perros a provocar y vencer, a ver si con un poco de suerte se acaba demostrando esa superioridad que le hizo jefe al jefe, aviados estamos. Es una pena que ya no viva Fraga para explicarnos las cargas policiales. Con lo bien que lo hacía. Eso sí que ya sería el paroxismo de la derecha, el clímax.
Los muchachos que se manifestaban ayer no son culpables de lo que nos pasa, eso seguro; pero no son de derechas, así que no faltará el incalificable que insinúe que estas cosas merman la confianza en nuestra estabilidad y determinación, que dan mala imagen. ¿Cuánta estabilidad es necesaria para dejar de practicar el matonismo contra unos estudiantes a los que (es más que obvio) se les niega la razón, la determinación, la confianza y la estabilidad a porrazos?
Oye servidor a un gran hombre con una gran idea: acabar con el subsidio de paro. Y a una gran mujer con una gran idea: subvencionar la enseñanza privada y recortarle el presupuesto a la pública. Y a otra asegurar que la expresión del descontento popular con el parlamento reside en el parlamento. Y a un cuarto empeñado en televisar los toros en horario infantil, ya que los toros son un ejemplo de competitividad, justicia y arte, y una ciencia verdadera, y dan buena imagen.
Hay que preguntarle a los políticos a quién piensan que sirve el servidor público, no sólo, que también, para qué sirve. Y qué van a gestionar cuando hayan destruido completamente el tejido de la vergüenza, el trabajo de tantos. Cuando hayan vendido ya todo lo que no les pertenece, se pueden dedicar todavía a inflar perros con un canuto so pretexto de gobernarnos, pero cuando acaben con la vergüenza, cuando nos hayan vencido y esquilmado, ¿qué van a hacer?, ¿detenerse?