Me dice uno de mis discretos y presumiblemente escasos lectores que cite nombres en este diario, que si uno no «da caña» no es popular. Pero servidor se va al pueblo precisamente para encontrar algo de tiempo largo y sin contaminar, para sentirse lejos de ciertos procedimientos alentados sin piedad ni vergüenza por la promesa de fama que los medios, interesadamente, proclaman. Y también porque se come mejor, lo que atempera mucho la tentación mundana y facilita el crecimiento personal interior y exterior.
— ¡No has dormido nada!, protesta Raquel, con cara de haber salido ahora mismo del sueño de una larga y regalada niñez.
— No podía. Tengo el horario cambiado. Esta noche me pondré al día. Raquel…
— ¿Sí?
— ¿Tú crees que debería citar nombres?
— ¿En tu diario ese? Ya lo haces.
— Digo «de famosos».
No sé si se ha ido a pensarlo o es que le da exactamente igual. En cualquier caso me ha mirado como quien mira llover y se ha ido a desayunar a la cocina. Me quedo pensando que a algún famoso sí que he citado; aunque no exactamente para «dar caña» y, además, ¿qué es un famoso? Antonio Gamoneda no es un famoso, y sin embargo es uno de nuestros más celebrados y premiados poetas; Benjamín Prado podría ser famoso, sólo le falta un robado; Paul Wolfowitz es famoso, pero no le va a durar mucho porque es malo para su dinero; Uri Geller es muy famoso a pesar de sus trampas (tiene el mérito, además, de haber sido denunciado por denunciar a YouTube, lo cual es difícil de igualar); Shakespeare, por mencionar a alguien que sin doblar una cuchara es muchísimo más famoso que Uri Geller, y al que he citado varias veces, está muerto. Vale: esa es más o menos la mecánica del escalafón.
– Suñén, déjate de tonterías: los famosos son los famosos, dice Raquel con un café con leche entre las manos y media docena de galletas en el bolsillo de la bata.
– Eso es de cajón, por no decir tautológico.
– A lo que me refiero, bobín, es a que si empiezas a incluir famosos en tus comentarios deberías también ofrecer humor grueso, móviles, juegos, cine, música, tv… ¡y todo bien empapado en vulgaridad!
– ¿Pensamiento no?
– No creo… No. Es incompatible. Quizás algún tópico… muy de vez en cuando.
Raquel se ha metido en la ducha y creo que ese acto pone fin a estas líneas. Definitivamente no voy a doblar cucharas, ni a ganar lectores.