Un problema fascinante es el de determinar si Monti pensaba o no lo que decía cuando, para justificar el empleo juvenil precario, aseguraba que un trabajo fijo es demasiado aburrido y que un joven sano debe aspirar a divertirse un poco más en su vida laboral (salvo que se haga cura) antes de fracasar en un matadero alemán. Basándose en las peculiaridades del reparto del flujo sanguíneo en el cerebro, algunos científicos parecen convencidos de que un día se conseguirá leer la mente de los seres humanos. Como son científicos no deben decir lo que piensan sobre los motivos reales por los que se financia su experimento, y justifican la utilidad de las investigaciones apelando a la posibilidad de hablar con enfermos en coma (como si los enfermos en coma fuesen un ejemplo de riego sanguíneo fiable); pero eso ahora no importa, lo que importa es que su investigación posee implicaciones filosóficas (o al menos semiológicas) aplicables a la paradoja de Monti.
Suponiendo que Monti tuviera riego sanguíneo, lo cual demostraría que es humano y por tanto capaz de simultanear un pensamiento propio y otro público: ¿el método leería lo que Monti dice, lo que piensa que dice o lo que piensa mientras dice otra cosa?
La paradoja de Monti recuerda mucho a aquello de que el solipsista se equivoca en lo que dice, pero en lo que quiere decir con lo que dice acierta (Wittgenstein). ¿Qué es lo que Monti quiere decir?
Servidor cree que lo que Monti quiere decir es cierto. O sea: Monti está tan lejos de la realidad o, mejor dicho, vive en un mundo tan diferente al que habitamos el común de los mortales que, de buena fe, hace un esfuerzo para traducir a un lenguaje sencillo lo que él ve de manera prístina e inmediata como evidente. Lo que Monti quiere decir justifica un sacrificio por nuestra parte que evitaría el suyo por la sencilla razón de que ni desea ni necesita sacrificarse él mismo; pero lo que Monti dice es un insulto a nuestra inteligencia. ¿Por qué? Pues a lo mejor porque es solipsista. Todos los tipos como Monti son solipsistas: lo son como consecuencia de su delirio de grandeza, o de su posición económica, o de ambas cosas. Servidor, al menos, no ha conocido nunca a un solipsista pobre que no sea un solipsista de ficción, como aquel Walter B. Jehovah del cuento de Fredric Brown en el que seguramente Monti pensaba mientras hacía sus controvertidas declaraciones.
Sería un error pensar que en realidad Monti no es más que un cínico. Un cínico habría explicado a los jóvenes que su dinero no lo es todo y que el poder les corrompería y que lo mejor que pueden hacer es forjarse un temperamento independiente dejando de castigarse a sí mismos y de tocarle las narices. También sería un error pensar que Monti es tonto; es mal actor, desde luego, en el sentido de que no es hombre con facilidad ante las cámaras ni que sepa hablarle a un público que no es su auditorio natural, pero no es tonto. A Monti le pagan por hacer una cosa unos tipos que son simples manifestaciones de su estados mentales, y eso es lo que hará porque ese es el único Monti, il vitello d’oro que vive nuestras vidas y sueña nuestros sueños.
Quizás Monti también cree ser el Monti que Italia necesita, que el mundo sobrecena con agradecimiento y la historia precisa, no descarten esa posibilidad. Quizás Monti parezca otra cosa, pero sólo es el hijo de un argentino de ascendencia italiana, un muchacho que estudió en Yale y llegó a ser director europeo de la Comisión Trilateral (un lobby de orientación neoliberal fundado en 1973 por David Rockefeller), miembro de la directiva del Grupo Bilderberg, presidente de Bruegel, asesor de The Coca-Cola Company y, efectivamente, de Goldman Sachs durante ese período en que la compañía ayudaba a ocultar el déficit del gobierno griego de Kostas Karamanlis. ¿Porqué no iba tener vocación de servicio y una conciencia altruista y tranquila?
Es terrible imaginar lo que podría ocurrirle a los científicos que leyesen el cerebro de Monti, e incluso al propio cerebro de Monti si llegase a escucharse a sí mismo en la mente de sus criaturas, en qué clase de bucle infinito podrían llegar a extraviarse las fuentes y su arroyo, las víctimas del futuro, el poder y la nada.