No han sido estas estrellas fugaces tan anunciadas todo lo espectaculares que nos prometían, por lo menos en cielos de Magaz de Abajo donde la luna anduvo resuelta a estropearle el espectáculo a las Dracónidas avanzando a su encuentro con determinación astronaútica y celos de satélite, que de entre los celos son los peores, presumiendo de tules como una novia de las de antes.
No es el único espectáculo que va a dejarnos con la miel en los labios. Por ejemplo, las próximas elecciones no van a resolver nada que no sea el ciego deseo de venganza de los irreflexivos o el ciego deseo de venganza de los que no soportan no ganar mientras servidor, que es un perdedor nato, no podrá dejar de observar como el gran astro de lo real continua ascendiendo a nuestras espaldas mientras, cegados por la furia, aplaudimos el ridículo chisporroteo de nuestras bravuconadas de guardarropía.
Lo ha dicho un servidor, por activa y por pasiva, desde que se empezaron a vender en El Rastro los pedacitos del muro de Berlín convenientemente preservados en pequeños cubitos de metacrilato, y ahora también lo dice, con naturalidad casi infantil, Ana María Moix: que el estado del bienestar se organizó para dar celos a los comunistas y que ya no tiene utilidad ninguna para unos capitales que han venido a este mundo a cumplir a rajatabla la máxima bíblica: creced y multiplicaos.
Pero ya no se cree un servidor que haya quien no se de cuenta, sino que empieza a sospechar que estos canallitas decididos a vendernos la segunda edición, en 3D, de la Edad Media tienen por cómplices a quienes se acoquinan ante la arbitrariedad y tras negar lo evidente y apelar a la ponderación, al realismo, a la familia, cargan contra su propia clase tachándola de causa de la perturbación. Vendedores vendidos cuya coartada, en última instancia, será haber encontrado puesto en el bando ganador, aunque sea uno de esos que exigen uniforme.
— ¿Y si al final la cosa se arregla y quedas como un milenarista dialéctico o algo?, pregunta Pangur sorprendido (lo cual no es extraño) por sus propias palabras.
— Pues a lo mejor por eso los intelectuales se han inhibido de forma tan escandalosa en esta crisis. Pero no tengas miedo: si no tengo razón los bancos condonarán las deudas a cambio de un impuesto menor a largo plazo y las mujeres feas serán como Rihanna y el mundo como una canción de Franz Joham.
Servidor sabe que se pierde algo, que seguramente hay un contexto teórico concreto y correcto para justificar el hecho de que no seamos capaces de parar esto; pero también imagina cómo le sabe a alguno, en el fondo, verse abocado a seguir adelante, a sabiendas, hacia una empresa sin honor.
La situación mejorará sólo a cambio de un fuerte empeoramiento general, que es decir que se estabilizará a la bajísima; no siendo, claro, que desistamos a tiempo de confiar en el brillo de las pequeñas tracas que, cada tanto, auguran el final de un mal que cualquiera diría que no nos lo hace nadie y pensemos en soluciones más racionales, más radicales. También nosotros estuvimos aquí mirando al cielo velado, ansiosos por formular algún deseo más grande que el espectáculo, pero no era cosa de pelear con satélites, así que lo dejamos enseguida.