Releyendo sus anotaciones en este diario, o lo que sea, se ha encontrado servidor con que, sin pretenderlo, ha ido dejando aquí y allá constancia del crecimiento de un agobio común. Disculpe el lector el atrevimiento de sugerirle una pequeña muestra de ello:
2009 (1 de junio)
Harto y más que harto está servidor de la campaña por las elecciones europeas, y cansado de unos candidatos que no han dicho ni una sola palabra sobre sus intenciones allí sino que se han dedicado a discutir, sin medida, sobre si el presidente puede o no tomar un avión oficial y en qué casos (como si de sobra no lo supiesen, como si no hubiese ocurrido nunca, como si no lo hubiesen discutido ya o no lo pudiesen discutir en otro momento)…
…deberían ser más conscientes de que su calidad de modelo es real, deberían dar ejemplo en vez de dar la matraca, y pensar más en Europa. Así no se verían obligados a descuerarse unos a otros para disimular que no han hecho su trabajo porque Europa les importa tres y porque además no saben. Luego se extrañarán si a votar no va nadie, y le echarán la culpa al euroescepticismo…
(6 de agosto)
Para sortear la trapacera grabación con la que Telefónica atiende a las reclamaciones y conseguir hablar con alguien de carne y hueso, servidor ha utilizado el siguiente truco, que les recomienda:
– Telefónica al habla. Explique claramente el objeto de su llamada.
– Sborcintous calzoncillos zabrinsk.
– Perdón, no le hemos entendido.
– Regrenflat corngis ensimismo pointer.
– Por favor, repita el motivo de su reclamación.
– Canellas varas for pantalones cuartet.
– Repita el motivo de su reclamación.
– Gosnifendos juntos on the tonarrazo bielorrusqui.
– Le ponemos al habla con un operador, no cuelgue.
– …
La cosa cuesta un poco de trabajo, pero al final servidor consiguió hablar con una persona real a la que, sin más preámbulos, puso a caldo por ser un fracasado incapaz de hacer nada mejor en la vida que estar fastidiando, encubriendo y mintiendo por teléfono a su propia madre por cuatro perras. Se ha venido abajo y ha confesado entre lágrimas que tienen problemas en la zona.
(29 de diciembre)
Cuando deje de serlo, y está dejando de serlo, la cultura ya no sabrá decirnos de qué están hablando la poesía, la música o la pintura en el momento exacto en que las palabras fracasan, pues no hallará en nosotros nada que pueda ser sin nosotros. La cultura, entonces, se limitará a sumar cifras de audiencia. La cultura, entonces, habrá confundido definitivamente mirar con ver, escuchar con oir.
Lo dijo Gamoneda: “Había una verdad, no se me olvide”.
2010 (7 de marzo)
También un servidor se ha sumado a esta filosofía de lo que hay y lleva ya casi un año a dieta de eso: ha comido higos durante dos meses, uvas durante tres, manzanas durante cuatro, castañas durante uno y medio, peras tardías durante quince días, setas durante veinte y huevos todos y vino cada 24 horas y botillo en vigilia. Y últimamente naranjas a diestro y siniestro, pero esas son un regalo del imbécil de García, aquí no las hay. Es una dieta sucesiva pero completa si la pensamos en términos estadísticos: tiene de todo, pero a final de año. Es decir que hasta que el año no acaba no has ingerido la cantidad de vitaminas, calorías, sales minerales, etcétera, que el cuerpo humano necesita en ese periodo. Luego con sacar la media asunto arreglado. Es lo bueno de la estadística.
(12 de marzo)
¿Quieren saber qué ocurrió con los topillos? La plaga desapareció víctima de un colapso demográfico y así ha sido certificado por la Universidad de León y por la Autónoma de Madrid, y por alguna empresa y por varios comités. Pocas cosas han sido tan certificadas como la desaparición de la plaga por causas ajenas a su combate. Así que el veneno en el que la Junta gastó millones (clorofacinona primero y bromodiolona después) mató lo que fuera que matase, que debió de ser mucho y grave, pero no a los topillos que murieron de ensimismamiento natural. La percepción general, sin embargo, es que se hizo un buen trabajo.
Pero una cosa es un topillo y otra una crisis económica como la que (por muy grave que ahora parezca) no ha hecho más que empezar. La plaga de topillos acabó por sofocarse a sí misma mientras los mecánicos de la química hacían su agosto agrario y los políticos arrimaban el hombro a falta de mejores maneras de salir en la foto. La crisis no actuará de ese modo, y sería un gesto de buena educación dejar de intentar sacar beneficio de una situación que no se controla. Lo dice servidor a cuento de que ha visto a un señor mayor (economista) que ha dicho una cosa verdadera (“esta crisis es una crisis de decencia”) mientras los “famosos” le faltaban al respeto a la población y creyendo mejorar su imagen coreaban en público consignas planeadas desde el pensamiento primitivo propio del departamento de psicología paternalista de las agencias publicitarias. ¿De verdad creen que si dejamos de quejarnos nos dejará de doler?
(26 de abril)
También ocurre que el Papa promete lo que no puede cumplir cuando arremete contra los pederastas y que la niña cuyo velo (discreto, islamista pero estético, elegante a todas luces) no era bien recibido en el colegio burla la ley privada poniéndose sobre la “condenada” prenda una capucha de tonto de solemnidad, que es prenda bien recibida y generosamente tolerada porque la llevan los hijos de los listos oficiales, que son fáciles de identificar, no como los “otros” que, según le dice a la tele el tipo que está a mi lado, en la barra de un bar de Madrid, son todos iguales.
– Perdone pero aquí no servimos carajillos, es norma de la casa.
– Pues yo no pago más de un euro por un café. Es mi norma.
Llego a la conclusión de que la cortina de humo hace tiempo que ya no oculta nada. En su origen una maniobra de distracción distraía de algo: un velo cubría un rostro (que no, que no ocurría en el caso de la niña expulsada, más bonita con su velo que Pipi Calzaslargas con sus coletas de lana). Pero a estas alturas de la perversa postmodernidad un velo cubre otro velo (como la capucha cubre ahora al hiyab, como el hojaldre industrial cubre la falta de sustancia) bajo el que la cortina de una guerra refuerza la tapadera de una operación de despiste que encubre la verdadera causa del humo que rodea al Tribunal Supremo como si el mismísimo Saurón se hubiese puesto unas gafas con bigote de Groucho y dado a la fuga hace siglos dejando sólo esa presencia fantasmagórica, esa sombra vacía tras la que hace ya mucho, mucho tiempo que no hay nada.
– ¿Le parece a usted normal que a estas alturas le tengamos que dar la razón a Baudrillard?
– Ande, deme un euro y márchese de aquí, subnormal.
Vale. Estoy deseando volver a Magaz de Abajo a leerme un par de novelas de esas que no pretenden distraer a nadie.
(7 de junio)
Me gustaría decir que he pensado en el asunto, pero no lo he hecho. Pensé que las medidas contra la crisis se debían haber tomado antes y haber consistido en gastar dinero (preferiblemente encautado a sus predadores antes que a sus víctimas), no ahorrarlo ni regalarlo ni encarecerlo ni empanarlo, pero me dio igual. Hoy pienso que el PP se equivoca cuando pretende imponer techos de gasto afines a la necesidad presente a gobiernos que a veces, deben pensar en obras a largo plazo que no pagará una sino varias generaciones de españoles (autopistas, Aves, hospitales, escuelas públicas, servicios…). Pero tampoco lo pienso demasiado, porque pensar no ayuda a hacer amigos. Así que con respecto a la suerte de la cultura en este lance no he pensado nada. Siento decepcionarles.
2011 (3 de noviembre)
Todos hemos estado indignados en alguna ocasión y por distintas causas. No es nada raro. Pero un día, quizás, empezamos a percibir cómo la indignación se condensa y empaña nuestras legítimas aspiraciones. Y no nos resulta demasiado difícil encontrar el conjunto de malas prácticas, consentidas e incluso alentadas por el sistema, que producen ese efecto. El indignado esporádico se siente entonces definido como víctima necesaria, permanente. Semejante condición es suficiente para que el verbo “ser” quede capacitado para entrar en escena relevando de sus funciones al ya impreciso “estar”, lo que hará sin necesidad de que firmemos declaración vinculante o solicitemos patente alguna. Si es eso lo que le ha ocurrido, entonces usted es un indignado como la duquesa es rica (no porque la duquesa sea rica).
En ese momento descubrirá que el ejercicio de su nueva definición pertenece al ámbito de la resistencia y, si sortea el omnipresente fielato de los partidos y consigue pasar a la acción, se volverá útil…
2012 (19 de noviembre)
Siempre nos ha fascinado el hombre capaz de hacer flotar una manzana en el aire, ante el público, la posibilidad de un método (el que fuese) que ilustrase el alcance de nuestros deseos. Pero tal magia no era más que el producto de utilizar muchísima más energía de la necesaria para provocar un efecto sólo aparentemente real, algo de lo que quizás no hemos sido del todo conscientes hasta que la crisis económica nos ha mostrado la verdadera catadura de quienes, propietarios del teatro, se embolsaban directamente el dinero de la taquilla en lugar de pagar las facturas. Esa es nuestra versión, la de ellos es que nos vendían las entradas muy por debajo de su valor y que, por tanto, a pesar de que la manzana no era realmente libre de desobedecer a Sir Isaac Newton, de que la exhibición era un fraude, le debemos a Fu Manchú el coste del espectáculo y también el derivado de volver a ponerlo en marcha.
Son cosas de la magia.
2013 (20 de enero)
¿Cómo es posible que esos pocos corruptos (de vuestro entorno) se moviesen tan cómodamente (en vuestro entorno) sin que nadie (de vuestro entorno) los denunciase públicamente? ¿Sois tontos o algo?
(28 de febrero)
Cuando, como por desgracia es más que habitual entre españoles, se trata de defender hasta la muerte lo indemostrable, el prestigio cuenta y la apelación a la reverencia se generaliza. Los creativos publicitarios lo saben muy bien al sugerir a los bancos que se hagan anunciar por Pau Gasol y no por Isabel Pantoja. Ahora bien: si es cierto que al político el prestigio se le supone, no lo es menos que ha abusado tanto de la falacia ad hominen (y no sólo argumentalmente) que ha terminado, quid pro quo, por destruir el prestigio de toda su profesión. Del sofisma patético sobre el perjuicio que, según los unos, causan los otros a la imagen de España, ni hablamos. Su falta de rigor, de cultura parlamentaria (para expresarlo con suavidad), les ha traído a un punto en el que ya sólo les quedan dos salidas: o judicializan hasta el absurdo la vida política del país (lo que ya está pasando) o pactan unos años de tregua haciendo oídos sordos a todos y a todo (lo que supondría ensanchar aún más, profundizar aún más, la ya peligrosamente ancha y profunda zanja entre gobernantes y gobernados).
2014 (22 de enero)
Mientras espera, haciendo acopio de ron Zacapa, aceitunas Lupy y cine mudo, a que estalle la gran burbuja financiera que los ricos (pero necios) siguen inflando y las cosas se pongan muchísimo peor, que lo harán, servidor se va volviendo inflexible y ni se cree lo de China ni lo de Davos ni, menos aún, la tontería esta de la recuperación económica española; aunque lo aseguren las más autorizadas voces del petit franquismo con la misma alegría bobalicona con la que los estilistas lenceros anuncian la vuelta del matojo, y aunque no lo desmienta el petit socialismo (juicioso hasta la procastinación). Son cosas que se verifican en casa, sin embargo, y en casa ni la economía se recupera ni el matojo se había ido a ninguna parte. Claro que siempre hay quien está dispuesto a creer lo que oye, e incluso a repetirlo hasta convencerse de que si no sale de pobre es porque habla claro. Servidor, a quien sus maltrechas rodillas le obligan a levantarse y caminar de cuando en cuando, viaja para mitigar el dolor y ha visto así el suficiente mundo como para relativizar mucho las virtudes del rasurado y empezar a echar de menos la guillotina. No le tomen al pie de la letra a servidor, que es un petit romántico antisistema; un romántico cada vez más convencido, eso sí, de que, con matojo o sin matojo, nos van a seguir jodiendo igual si no dejamos de soñar despiertos.
(13 de marzo)
El texto, nada literario (que se imprime en quien lo pronuncia, que se realiza en quien lo pronuncia) aunque, este sí, muy profesional, puso de manifiesto la urgencia de un proyecto cuyo objetivo inmediato son las elecciones europeas de mayo, pero cuyo impulso acompaña a una voluntad de cambio que deberá volverse razón, necesidad, movimiento y riesgo a mayor plazo. De las intervenciones de los asistentes más jóvenes se desprendía una inquietud sorprendentemente experimentada, y de las de los mayores una determinación más allá de victimismos que a servidor, por un instante, le hizo creer que el mundo es un lugar habitable a pesar de esos pocos a los que don Gonzalo Suárez, sabio entre sabios, definía a la perfección con la siguiente frase:
– Siempre que tienes una buena idea, aparece un gilipollas y te la jode.
(5 de abril)
Mientras sigamos viendo la injusticia como el abuso que alguien (un prestamista, un ladrón, un sacerdote, un empresario, un político, un policía) ejerce contra alguien (un emprendedor, un ahorrador, un ingenuo, un trabajador, un votante, un indignado) no la veremos como lo que es: el verdadero núcleo y motor del sistema. ¿No deberían todo hombre y toda mujer justos declararse antisistema? La asunción de que esto es así porque así ha sido siempre (y siempre se nos ha impuesto por la fuerza tal convicción) es tan abrumadora que ya ni siquiera nos fijamos en que se está criminalizando el objetivo de pensar mundos mejores.